El gorrito de Mérida es un abrazo en la distancia

Klayreth Alvarado Ochoa

Hace siete años, en un viaje a Mérida, la madre de Klayreth le regaló un gorrito, un objeto que hoy se erige como un símbolo potente de recuerdos, identidad y conexión con su país natal, Venezuela. Este gorrito, además de ser «un accesorio que le combina con todo», como ella misma lo señala, la protege y le da estilo, encapsula el amor maternal y la esencia de su país, recordándole los paisajes y la calidez de las personas.

En 2019, frente a la adversidad económica, Klayreth cruzó la frontera hacia Cúcuta para encontrarse con su madre, quién ya había viajado hacía Colombia desde antes, llevando consigo este gorrito como un tesoro que le brinda tranquilidad y un sentido de pertenencia. En este nuevo capítulo de su vida, el gorrito se ha convertido en una fuente de fortaleza y esperanza.

Representa el valor de sus raíces y la tranquilidad que encuentra en los recuerdos de un país que, a pesar de la distancia, sigue vivo en su corazón. El reencuentro con su madre en Cúcuta marcó el inicio de una nueva lucha juntas, en un país extranjero, donde cada día es un paso hacia la reconstrucción de sus vidas.

El gorrito de Mérida se ha convertido en un emblema de su viaje, una pieza que la acompaña en cada paso, ofreciéndole consuelo y recordándole que, sin importar dónde se encuentre, el amor de su madre y la esencia de su país siempre estarán con ella.